Este pedacito de la historia, nace una mañana cuando cada uno de los Guaguitas, compartió a través de un cartel a uno de los sabedores. Ema, con gran orgullo cuenta que su papá es un gran constructor y diseñador de casas y apartamentos, entonces se le pregunta si el quisiera poner su granito de amor para la maloca. Al día siguiente Ema llega con su papá quien está dispuesto a compartir su saber en la maloca.
Es así como un día acordado, cada familia regala un ladrillo que serviría de contención para que el agua no se filtre y así seguir usando este espacio. El día, se hace corto ante la cantidad de aprendizajes que el papá de Ema comparte, respecto a cómo construir, abrazar un lugar y decorarlo de la mejor manera, de igual manera para que sirve cada material y lo que recae cuando son mezclados.
Además contamos con la maravillosa presencia y saber de la mamá de Ema, quien se dedicó a cuidar y hablar con las plantas que rodean la maloca, las colgó, regó y nos dio más secretos para su cuidado.
Sin duda, este momento es uno de tantos en los que las familias, como sabedoras se hacen protagonistas y hacen parte del proceso que caminamos en una escuela territorio de paz, donde reconocer el saber ancestral y en este caso aquellos que se hacen en su diario vivir, benefician sueños colectivos.
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